Posibilidad para la existencia de una sociedad más justa

Por Dustin Muñoz.

La búsqueda de la felicidad puede considerarse como un deseo inacabable de la humanidad tanto a nivel individual como colectivo. Ya desde el mito griego sobre Pandora está sugerida la felicidad como un objetivo que alcanzar después que las calamidades  salieron a la luz y se derramaron sobre los humanos al levantar la primera mujer la tapa de la vasija. Dice el mito que cuando ella presurosa cerró lo que se conoce como <<Caja de Pandora>> sólo quedaba en el fondo la Esperanza, y que desde entonces vagan entre los humanos las penas y las enfermedades en silencio y al azar. Pero si analizamos el origen por la otra tradición y desde el enfoque kantiano del Probable inicio de la historia humana, encontramos nuevamente el anhelo y la esperanza por alcanzar la felicidad cuando la primera pareja humana fue expulsada del jardín (Génesis, III, 23) arrojada al vasto mundo, en donde le esperan tantas preocupaciones, fatigas y males desconocidos; donde la dura realidad le impone cada vez con más frecuencia el anhelo de un paraíso, fruto de su imaginación, en una tranquilidad ociosa y una paz duradera.

En la historia de la racionalidad crítica encontramos una cantidad enorme de teorías que procuran ofrecer fundamentos que llevarían a la humanidad a ser poseedora de ese concepto ideal que llamamos felicidad. Ejemplo de ello, por citar algunos casos de la historia, son los aportes del siglo de la Ilustración a esa necesidad del hombre por construir una sociedad más  justa. Lo mismo si queremos presentar en esencia el eje central que buscaban los movimientos políticos del siglo XIX, podríamos hacerlo utilizando la expresión, del utilitarista Inglés Jeremy Bentham, «La mayor felicidad al mayor número de personas.»

Los movimientos políticos del siglo XIX, aunque guiados por un mismo principio, ofrecían cada uno para la consecución del hecho, un proceder diferente. En ese contexto presentan Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, una vía para lograr la existencia de una sociedad más justa. Pero el primer intento por hacer realidad esa teoría, constituye hoy una caja de interrogantes ya que el mundo vio derrumbarse, en 1991, lo que por 74 años se había proclamado, como un Estado Socialista en tránsito hacia el Comunismo.

El camino reflexivo que toma desde este momento, el presente trabajo, está motivado por un breve párrafo de Francisco Antonio Avelino, que aparece en su ensayo: El Manifiesto Comunista de 1848 visto desde la Perspectiva del ocaso del siglo XX. El párrafo dice:

«Ahora bien, el ideal buscado por Marx, Engels y Lenin de la sociedad sin clases y sin Estado, no se pudo alcanzar. Debemos reflexionar acerca de si este objetivo es posible o si constituye la mas prístina utopía. »

Aunque el papel jugado por la traición en la caída del intento en la Unión Soviética crea escepticismo para una segunda tentativa, al producir alejamiento de los principios teóricos que lo originaron, el fracaso de ese intento no debe ser considerado, en términos estrictos, como un fracaso de la posibilidad de aplicabilidad de las ideas de Marx y Engels. Con esto no quiero decir que esas ideas sean exactamente posibles o parcialmente posibles en la práctica, como la presenta Peter Drucker en un capitalismo sin capitalistas que se mueve en las cajas de pensiones de los Estados Unidos.

Lo que deseo enfatizar es, que cuando Marx sintetiza las ideas sobre las luchas antagónicas, predice como inevitable la victoria del proletariado sobre la clase burguesa. Pero el nacimiento de la nueva sociedad, producida por el proletariado, sólo será posible cuando el proletariado adquiera una verdadera consciencia de clase en la práctica. Veamos como aparece en el Manifiesto Comunista:»…El desarrollo de la industria no sólo nutre las filas del proletariado, sino que las aprieta y concentra; sus fuerzas crecen y .crece también la consciencia de ellas… los obreros empiezan a coaligarse contra los burgueses, se asocian y unen para la defensa de sus salarios… el verdadero objetivo de estas luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino ir extendiendo y consolidando la unión obrera…las múltiples acciones locales, que en todas partes presentan idéntico carácter, se convierte en un movimiento nacional, en una lucha de clases. y toda lucha de clases en una acción política.»

Es importante esto, dentro del sistema de Marx, porque hay reclamos de obreros que no constituyen luchas de clases porque se llevan a cabo por necesidades individuales. Viso de esto llevaba dentro la revolución rusa. Según John Reed, en su libro «Diez días que conmovieron al mundo», en las primeras sesiones del congreso campesino, después de la revolución de octubre, reinaba una enemistad profunda que dividía a los delegados en grupos hostiles. En una de esas sesiones ante ruido e interrupciones Lenin expresó, según Reed, lo siguiente: «Decidme francamente, campesinos, si vosotros, a quienes os hemos dado las tierras de los Pomiechtchiki, queréis impedir ahora que los obreros ejerzan el control en la industria. Se trata de una guerra de clases. Los propietarios es claro que resisten a los campesinos, y los industriales resisten a los obreros. Vais a permitir que se dividan las filas del proletariado? …los bolcheviques somos los protectores de los Soviet, lo mismo de los Soviet campesinos que de los Soviet de los obreros y de los soldados.» La necesidad de expresar esas palabras, muestra que estaba en pañales la conciencia de clase de los trabajadores, y que solo algunos líderes estaban claros.

Decía Marx, cito: «La clase obrera posee un elemento de triunfo, el número, pero el número no pesa en la balanza sino está unido por la asociación y guiado por el saber».

Se hacía necesario entonces, y Lenin lo entendía, crear conciencia de clase, pero ya la nueva sociedad estaba en marcha y para Marx la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los propios obreros. Los mismos socialistas Revolucionarios de izquierda estimaban insuficiente el desarrollo de la conciencia de la masa; por eso en una de esas sesiones, en la que el congreso se hallaba en un atolladero por la disputa de la izquierda socialista revolucionaria y los bolcheviques, Lenin se vio precisado a decir: «si el socialismo no ha de realizarse sino cuando todos sin excepción hayan alcanzado el suficiente desarrollo, seguramente no veremos el socialismo antes de quinientos años». Las dos citas de Lenin ante el congreso son tomadas del Libro, de John Reed, «Diez días que conmovieron al mundo» libro del que Lenin dice en el prefacio a la edición americana «…traza un cuadro exacto y extraordinariamente vivo de acontecimientos que tan gran importancia tienen para la inteligencia de la revolución proletaria.»

Otra razón por la que no asumo como un fracaso exactamente de las ideas de Marx, la caída del bloque soviético; es que para Marx, si lo vemos dentro de la esencia del materialismo histórico, el nacimiento, de una nueva sociedad, entiéndase comunista, será producido cuando se hayan agotado todas las relaciones de producción posibles dentro del sistema capitalista.

Con esto no busco justificar la pregunta de los llamados revisionistas, que dice: «Para que hacer una revolución, si, de todos modos, el desarrollo histórico conduce con absoluta necesidad a la sociedad socialista? «, sino que quiero ser justo al analizar el caso soviético. Veamos lo que dice Marx en la Crítica de la economía política: «Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia haya madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar…vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o por lo menos se están gestando las condiciones materiales para su realización.»

Rusia no contaba con las condiciones, que según Marx son necesarias, para producir una nueva sociedad. El Bloque Caído o el Socialismo Perdido estaba construido sobre bases coyunturales que tarde o temprano se manifestarían; pues no estaba sustentado sobre bases objetivas reales y su llegada no había sido producto del desarrollo histórico de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. No contaba con un proletariado consciente de su papel histórico y le faltaba además, agotar muchas formas de relaciones de producción capitalistas.

Es cierto que las reformas introducidas por Gorbachov jugaron su papel en la caída de la URSS, pero no todo obedeció a su ánimo particular de renovador, porque si hubiese sido así no habría prosperado tan fácil. Gorbachov, sólo fue un intérprete de algo que se estaba manifestando en el entramado de poder de la Unión Soviética, que ya había decidido producir el cambio. En ello influyen poderosamente resentimientos engendrados por múltiples antecedentes históricos. Dice Peter Drucker al referirse al sistema soviético: «En lugar de crear igualdad económica creó una nomenklatura de funcionarios que gozaban de privilegios económicos sin precedentes…no creó al «Hombre Nuevo» por el contrario, saco a la luz y fortaleció todo lo peor del «Viejo Adán»: corrupción, codicia y concupiscencia del poder; envidia, desconfianza mutua; mezquina tiranía y sigilo; mentira, robo, denuncia y sobre todo cinismo.”

Permítanme también citar aquí a Francisco Antonio Avelino: «cómo explicar este grave y complejo proceso, que ha frustrado las conquistas de la revolución de octubre de 1917? La mas simple respuesta es la tesis de Trotsky: Stalin y sus partidarios con su ejercicio ilimitado de la represión frente a adversarios, partidarios y no partidarios, causaron un profundo escepticismo en la conciencia colectiva del pueblo ruso que explica su inercia frente a la traición de la burocracia partidaria.»  Mas adelante Avelino dice «los ideólogos oficiales del Estado soviético afirmaron que habían llegado a la primera fase de la sociedad comunista a la que llamaron socialista, pero esto no era verdad, tan solo estaban en el tránsito de la sociedad capitalista a la primera etapa de la sociedad socialista y allí se quedaron.” De modo que se trataba de un capitalismo de Estado donde los medios de producción pertenecen al Estado y el Estado pertenece a la burocracia.

Con estas citas es suficiente para comprender porque Gorbachov calificó (en París) la «separación de persona y propiedad» como un grave error de la revolución de octubre, lo que supone, un distanciamiento de los principios marxistas. Se entiende entonces que la nueva sociedad planteada por Marx no había llegado a existir; por que de otra manera no se explica, cómo en la infraestructura de relaciones de propiedad y de producción socialistas (que dominó en la URSS durante 70 años a partir de 1918 y de 40 años para los países que se integraron después de la Segunda Guerra Mundial) pudieran surgir y existir en la «superestructuras» las ideas de restaurar el capitalismo que materializa Gorbachov.

La traición a esa revolución nos da una lección, porque su colapso, como lo diría Peter Drucker : «significa el fin de la creencia en la salvación por la sociedad». Esto nos pone a reflexionar, si realmente es posible la existencia de una sociedad sin clases y sin Estado, o por lo menos un gobierno de los más sobre los menos. La contención impuesta por los humanos al atractivo más poderoso, en tanto prometía ser un paraíso terrenal, es motivo de reflexión para analizar que tipo de sociedad más justa, cae dentro de lo posible.

Hoy se vislumbra teóricamente en algunos países desarrollados la existencia de una nueva sociedad, la sociedad de conocimiento, a la que Drucker llama sociedad Post Capitalista, que no es anticapitalista pero su recurso económico básico es y será el conocimiento. Con ello coincide Lyotard cuando dice: «se sabe que el saber se ha convertido en los últimos decenios en la principal fuerza de producción».

Pero también en esa nueva sociedad existe la desigualdad social. Por ejemplo los «trabajadores de conocimientos» son dueños de las herramientas de producción, dueños de sus conocimientos y se los pueden llevar consigo a donde vayan. Pero el reto social de esa nueva sociedad es la dignidad de la segunda clase, que son los «trabajadores de servicios», que por lo general carecen de una necesaria educación para ser «trabajadores de conocimiento» y constituyen la mayoría.

La igualdad no será posible nunca, porque los hombres son diferentes tanto en lo físico, en lo moral y en lo intelectual; es la heterogeneidad eterna de los individuos de que habla Pareto.

Una sociedad de seres iguales no es posible; pues vemos que aún ofreciendo igualdad de oportunidades los seres resultantes son diferentes. Es la misma heterogeneidad que tienen los humanos ante las valoraciones estéticas. Nos muestra la divergente actitud humana hacia los colores, los sabores, los sonidos, etc, que a la naturaleza humana le es inherente cierta libertad de elección para lograr la felicidad. Se habla mucho de la actitud fácil del hombre para someter todo a comparación. Y de crear la dualidad como forma de tener opciones para elegir. Parece no aceptar lo unilateral.

Se puede inferir entonces, que la forma de gobierno que va más acorde con esa actitud no estandarizada que posee la naturaleza humana, es la Democracia. Se debe aspirar a una sociedad democrática con igualdad de oportunidades, donde prime la competencia para evitar el estancamiento. Pero hay que estar consciente, de que siempre, por los siglos de los siglos, habrá hombres y mujeres disfrutando parte de lo que le corresponde a sus semejantes. Eso será inevitable por lo discrepantes que son los humanos. Por tanto, lo importante es una sociedad que disminuya la brecha entre los que lo tienen todos y los que no tienen nada; porque tal relación es permanente, aunque las élites sean desplazables, o como lo diría Pareto «La historia es un cementerio de aristocracias». Entierran a una y estando el muerto aún fresco nace la otra y ello, porque como dice Pareto : » Es causa poderosa de turbación del equilibrio la acumulación de elementos superiores en clases inferiores y viceversa, de elementos inferiores en clases superiores». Es como si en cada clase y en cada momento histórico se justificara la expresión de Marco Aurelio que dice: «Colaboramos todos al cumplimiento de una obra única unos con conocimiento de causa e inteligencia, otros sin darse cuenta». Porque la verdad parece estar en el conjunto del que el hombre solo es parte.

Las nuevas condiciones en las sociedades actuales favorecen el conocimiento rápido de la voluntad general a través de las computadoras y el internet, y ello en un futuro no muy lejano facilitaría una democracia directa, lo que en cierto modo nos recuerda a Rousseau. Pero me arropa el manto del pesimismo cuando pienso en lo fácilmente manipulable que resultan aún, a través de los medios de comunicación, las conciencias en las sociedades «democráticas» de bajo nivel educativo. Nuestros pueblos están llenos de ciudadanos que no están conscientes de lo que es bueno o malo para una Nación. Ellos constituyen la mayoría y tienen el derecho al voto; y yo me pregunto: ¿Es democracia el que los adultos voten por quienes mejor manipulen sus «consciencias» aprovechando la falta de educación?

Una democracia no es tal sin la educación. Sólo a través de la educación puede el individuo participar y gobernar, y sólo así se abre el camino para un gobierno de los más sobre los menos; no porque los más participen de forma activa en las decisiones, sino, porque al tener conocimiento de causa e inteligencia se identifican con el accionar de los elegidos que tienen que gobernar expuesto a ser descalificados por los electores que al tener conocimientos no son manipulables. Mientras más efectiva sea la igualdad de oportunidad educativa, mayor es la posibilidad para la acción de una voluntad general que permita la existencia de una sociedad más justa. Se abrirían entonces nuevos campos para las estrategias políticas.

La voluntad general debe estar fundamentada en el uso de las herramientas civilizadoras del conocimiento. Hoy día según Drucker «La formación de conocimiento ya es, pues, la inversión más grande en todos los países desarrollados.» También Lyotard lo admite cuando dice: «En su forma de mercancía informacional indispensable para la potencia productiva, el saber ya es, y lo será aún más…quizá el más importante, en la competición mundial por el poder.»

Por suerte, el desarrollo que experimentan hoy los instrumentos de producción, exigen cada día más un personal mejor especializado, lo que le impone como obligatorio a la clase trabajadora, la especialización. Pero también para la clase dominante no resulta rentable la falta de conocimientos en las clases trabajadoras, porque, ¿cómo operarían en la producción? Aunque lo más importante, y es esto lo interesante, es que los propietarios de las producciones más avanzadas, ante la alta competitividad y por su naturaleza lógica de vender más, se verán en la obligación de ir conscientizando a los consumidores para que estos puedan diferenciar, entre lo que le están ofertando y el producto que ellos desean vender. Es una conscientización indirecta que se impone como necesaria en la internacionalización de los mercados. Al mismo tiempo, la elevada oferta obligará a la realización de mejores productos a menor precio. Esto nos recuerda a Marx cuando dice en el Manifiesto: «…Al desarrollarse la gran industria, la burguesía ve tambalearse sobre sus pies las bases sobre las que produce y se apropia lo producido. Y a la par que avanza, se cava su fosa y cría a sus propios enterradores».

Aunque el pesimismo está en que cada día la clase dueña de los medios ha ido sustituyendo al obrero por el robot. Este último no le hace huelga, le trabaja horas extras y le ofrece la garantía de aumentarle la producción. Una alta producción y un enorme porcentaje de desempleados nos colocarían ante gran incertidumbre. Porque entonces, ¿quienes van a comprar esa producción? ¿Con qué? y ¿quiénes? van a consumir la superproducción que se espera venir cuando se haya desarrollado al máximo la devorante competitividad mundial. ¿Qué va a pasar? Muchos tienen la capacidad de deducirlo pero nadie quiere hablar de ello.

Bibliografía
—-Avelino, Francisco Antonio. El Manifiesto Comunista de 1848 visto desde la Perspectiva del ocaso del Siglo XX, Editora Corripio, Santo Domingo, Rep. Dom., 1999.
—-Brom, Juan. Esbozo de Historia Universal, Grijalbo, México, D. F., 1967.
—-Drucker, Peter. La Sociedad Post Capitalista, Editorial Norma, Barcelona, 1997.
—-Lyotard, Jean-Francois. La Condición Postmoderna, Cátedra, Madrid, 1994, 5ta edición.
—-Marx, Karl. y Engels, Friedrich. El Manifiesto Comunista, Editorial Alba. Madrid. 1999.
—-Reed, John. Diez Días que Conmovieron al Mundo. Cómo tomaron el poder los bolcheviques. Grijalbo, México, D. F., 1969.
—-Störig, Hans Joachim. Historia Universal de la Filosofía, Tecnos, Madrid, 1995. Touchard, Jean. Historia de las Ideas Políticas, Tecnos, S.A., Madrid, 1996.

 


*Dustin Muñoz, es Doctor en Filosofía por la Universidad del País Vasco. Licenciado en Filosofía, con Maestría en Metodología de Investigación Científica por la UASD, donde es docente. Egresado y también docente de la Escuela Nacional de Artes Visuales. Primer premio de pintura en múltiples concursos y en bienales, con distinciones como el Premio Nacional de la Juventud en el 2004 y Joven Sobresaliente de la República Dominicana por JCI Jaycees 72, en el 2003. Ha realizado 4 exposiciones individuales y numerosas colectivas a nivel nacional e internacional. Sus obras se encuentran en importantes colecciones públicas y privadas y en museos nacionales y extranjeros. Tiene murales en dos de las principales catedrales del país y en el Obelisco de Santo Domingo.

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