Obra «Deméter»: Síntesis
Deméter, diosa protectora de los sembrados, también conocida como Cornucopia, o cuerno de la abundancia, que está siempre lleno de todos los alimentos o bebidas que su poseedor pueda desear, cuentan que inicia a las novias y los novios en los secretos del lecho, pero ella no tiene esposo propio. Erisictón se atrevió a invadir un bosque que los pelasgos habían plantado para ella en Dotio, y comenzó a derribar los árboles sagrados para obtener madera para su nueva sala de banquetes. Deméter asumió la forma de Nicipe, sacerdotisa del bosque, y ordenó suavemente a Erisictón que desistiera. Pero sólo cuando él le amenazó con su hacha se reveló ella con todo su esplendor y le condenó a sufrir un hambre perpetua por mucho que comiera. Él se marchó a comer y se hartó durante todo el día a expensas de sus padres, pero cuanto más comía tanto más hambriento y delgado se ponía, hasta que ellos ya no pudieron seguir alimentándolo y se convirtió en un mendigo callejero que comía inmundicias.
Obra «Eos y la inmortalidad de Titono»: Síntesis
Cuando termina cada noche, Eos, la de los dedos rosados y la túnica de color de azafrán, se levanta de su lecho en el oriente, monta en su carro tirado por los caballos Lampo y Faetonte y se dirige al Olimpo, donde anuncia la aproximación de su hermano Helio.
Afrodita se enojó en una ocasión al encontrar a Ares en el lecho de Eos y la maldijo con un deseo constante por los mortales jóvenes, a los que inmediatamente comenzó a seducir uno tras otro secreta y vergonzosamente. Finalmente, Eos se llevó a Ganimedes y Titono, hijos de Tros o Ilo. Cuando Zeus le quitó a Ganimedes, ella le suplicó que concediera a Titono la inmortalidad, a lo que él asintió. Pero Eos se olvidó de pedir también la juventud perpetua y Titono se hacía cada día más viejo, más canoso y más encogido, su voz se hizo chillona y cuando Eos se cansó de cuidarle lo encerró en su dormitorio, donde se convirtió en una cigarra.
Obra «La tarea de Sísifo»: Síntesis
Se cuenta que Sísifo es un personaje lleno de habilidades y astucias, en una ocasión notó que su rebaño disminuía, mientras que los de Autólico, experto en robo, pues Hermes le había dado el poder de metamorfosear a cualquier animal que robaba quitándole los cuernos, o cambiándolo de negro en blanco, y viceversa, aumentaban considerablemente, al principio no podía acusarle de robo; en consecuencia un día grabó en el interior de los cascos de todos sus animales el monograma SS, o, según dicen algunos, las palabras «Robado por Autólico». Esa noche Autólico procedió como de costumbre y al amanecer las huellas de los cascos a lo largo del camino proporcionaron a Sísifo una prueba suficiente para llamar a sus vecinos como testigos del robo. Pero conducido por su astucia y amor a los hombres fue castigado por Zeus, pues este último había raptado a Egina y el padre de ésta, el dios fluvial Asopo, fue a Corinto en su busca, Sísifo que sabía muy bien lo que le había sucedido a Egina, no quiso revelar nada a menos que Asopo se comprometiera a abastecer a la ciudadela de Corinto con un manantial perenne. En conformidad, Asopo hizo que surgiera el manantial de Pirene detrás del templo de Afrodita, donde hay ahora imágenes de la diosa armada, del Sol y del arquero Eros. Entonces Sísifo le dijo todo lo que sabía. Zeus, quien por muy poco había escapado a la venganza de Asopo, ordenó a su hermano Hades que llevase a Sísifo al Tártaro y le castigase a subir una pesada piedra a la cima de una montaña durante el día, la que volvería a rodar hasta el fondo, para que nuestro héroe volviera a comenzar al día siguiente, por haber revelado los secretos divinos.
Obra «Atenea»: Síntesis
Atenea inventó la flauta, la trompeta, la olla de barro, el arado, el rastrillo, el yugo para bueyes, la brida de caballo, el carro y el barco. Fue la primera en enseñar la ciencia de los números y todas las artes femeninas, como la de la cocina, el tejido y el hilado. Aunque es una diosa de la guerra, no le agrada la batalla, como les agrada a Ares y Eris, sino más bien el arreglo de las disputas y la defensa de la ley por medios pacíficos. No lleva armas en tiempo de paz y, si alguna vez las necesita, se las pide habitualmente a Zeus. Su misericordia es grande: cuando los votos de los jueces se igualan en un juicio criminal en el Areópago, siempre da el voto decisivo en favor de la absolución del acusado. Sin embargo, una vez que interviene en la batalla nunca es derrotada, ni siquiera cuando lucha contra Ares mismo, pues domina mejor que él la táctica y la estrategia, y los capitanes prudentes acuden siempre a ella en busca de consejo.
Obra «La misión de Atlante»: Síntesis
El gigantesco Atlante conocía todas las profundidades del mar; gobernaba en un reino con una costa escarpada, mayor que Asia y África juntas. Esta tierra llamada Atlántida se hallaba más allá de las Columnas de Heracles y una cadena de islas productoras de frutos la separaba de un continente más lejano no relacionado con los nuestros.
Los habitantes de Atlántida canalizaban y cultivaban una enorme llanura central, alimentada con el agua de las colinas que la rodeaban por completo excepto en una brecha frente al mar. También construían palacios y baños, hipódromos, grandes obras portuarias y templos, y hacían la guerra no sólo hacia el oeste hasta el otro continente, sino también hacia el este hasta Egipto e Italia.
Los egipcios dicen que Atlánte era hijo de Posidón, cuyos cinco pares de mellizos varones juraron fidelidad a su hermano mediante la sangre de un toro sacrificado en lo alto de la columna, y que al principio eran muy virtuosos y llevaban con buen ánimo la carga de su gran riqueza en oro y plata. Pero un día fueron presa de la codicia y la crueldad y, con permiso de Zeus, los atenienses los vencieron sin ayuda y destruyeron su poder.
Al mismo tiempo los dioses enviaron un diluvio que en un día y una noche sumergió a toda la Atlántida, de modo que las obras portuarias y los templos quedaron enterrados bajo un desierto de barro y el mar se hizo innavegable. Atlante y Menecio, quienes se salvaron, se unieron a Crono y los Titanes en su guerra desafortunada contra los dioses olímpicos. Zeus mató a Menecio con un rayo y lo envió al Tártaro, pero perdonó a Atlante, a quien condenó a soportar el Cielo sobre sus espaldas durante toda la eternidad. Se cuenta que ha sostenido el Cielo desde entonces, salvo en una ocasión, cuando Heracles le sustituyó temporalmente en esa tarea.