Por María Cristina Carias.
EL ARTISTA PLÁSTICO DUSTIN MUÑOZ REALIZÓ CUATRO GRANDES MURALES CON EL TEMA DE LA VIDA DE JESÚS.
Dustin Muñoz, un joven pintor dominicano, realizó cuatro grandes murales con el tema de la vida de Jesús. Además de cuatro medallones con las figuras de los evangelistas.
Este artista, con un profundo conocimiento sobre los temas evangélicos, ejecutó su obra situando las escenas en los alrededores de la ciudad de Santiago, dándoles así a los episodios evangélicos un sabor cibaeño que complacerá a los habitantes de Santiago. Esta es una trasposición que ha sido utilizada por los grandes maestros de la pintura universal.
Los murales ejecutados en tela y no directamente en la pared siguen la línea de aquellos pintados por Rafael para las estancias del Vaticano en Roma.
Todo en estas formidables pinturas es relevante. La perfección del dibujo, la técnica, la combinación de colores, el equilibrio de las figuras, la perspectiva, las alegorías, la luz, la actitud y la pose de los personajes.
Si comparamos estos murales con los realizados por Vela Zanetti en la iglesia de San Cristóbal, podemos darnos cuenta de la maestría de nuestro pintor.
En el mural de la escena del bautismo de Jesús, podemos contemplar la actitud de San Juan Bautista, entre ansioso y atemorizado, ante el acto que debe realizar de bautizar al Hijo de Dios. El Jordán se convierte en el río Yaque del Norte y en el fondo, Jerusalén se trasforma en Santiago, con las edificaciones que la caracterizan. Podemos asimismo ver los detalles del bautismo: el agua chorrea por el cuerpo del Salvador, un hombre joven, bien formado, su mano derecha sobre el corazón. El artista recurre a la simbología representando a lo lejos, una manada de ovejas y en el frente un cordero, alusivo a sus fieles y al propio Redentor. Este símbolo aparece en todos los murales. En el cielo una paloma parece cubrir con sus alas, la escena. Todo en este mural está cuidadosamente dispuesto, las afueras rurales de Santiago con su exuberante vegetación tropical. La situación de la catedral y del monumento respecto al sitio del bautismo. El color aplicado con maestría, hace vibrar la pintura trasmitiéndonos la sensación de vida y movimiento.
Los elementos que componen una obra de arte se encuentran presentes en estas pinturas, elaborados magníficamente por el artista: línea, textura y forma, espacio, balance, énfasis, armonía, variedad, gradación, ritmo y proporción.
En la escena de interiores que muestra el milagro de la hija de Jairo, el artista logra un ambiente recogido, intimista, con la figura del Salvador como eje de la composición. Los apóstoles rodean la cama de la criatura. Tres figuras se encuentran presentes en todos los murales: Jesús, Santiago, el apóstol a cuya advocación están dedicadas la ciudad y la catedral y el cordero, símbolo del redentor, Salvador del mundo. Por la ventana se observa el paisaje cibaeño rodeando la ciudad, con las torres de la catedral.
El mural con la escena de La Transfiguración, uno de los pasajes del evangelio mas reveladores de la naturaleza Divina de Jesús, presenta un redentor magnifico, apoteósico, envuelto en luz, en tanto sus níveas vestiduras resplandecen.
El mural de la Oración en el Huerto completa la serie. Pintado con un fondo en el que predominan los grises, es un magnifico retrato de la angustia sufrida por Jesús. En el Divino rostro se retratan con acierto, los sentimientos encontrados que experimentó nuestro Señor en ese momento de recogimiento y soledad, en el que su ánimo se estremeció ante la realidad del horror que habría de sufrir.
SIMBOLISMO EN SU OBRA
Los murales en su conjunto constituyen un magnífico complemento para la recién restaurada catedral de Santiago. A esto se suman las figuras de los evangelistas, pintadas en lo alto de las pechinas. Cada una con el elemento que simboliza, a saber: San Juan y el águila, Mateo y el ángel, Lucas y el toro, Marcos y el león.
Dustin muñoz se convierte con esta sobresaliente obra, en un pintor a la altura de los mejores muralistas, superando si se quiere a muchos de los más distinguidos. El realismo de sus figuras, la acertada elección de las escenas. El movimiento, el tratamiento de los ropajes, el agradable y atractivo colorido. La mística que desprende cada escena, aunado al tratamiento del paisaje que coloca los acontecimientos sagrados en el ambiente bucólico del Cibao, hacen de esta serie de murales algo único en la pintura dominicana.
Por María Cristina Carias
Sección La Vida, Periódico Listín Diario.
Santiago. Jueves, 21 de marzo de 2013
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