Los tiempos que corren son especialmente difíciles, por no decir, raros, no solamente por los sucesos que podemos apreciar a diario (corrupción en todos los órdenes, vulgaridad, falta absoluta de solidaridad, disolución familiar, degradación medioambiental, inseguridad ciudadana, drogas, etc.), sino por lo que nos toca en las manifestaciones que se supone las más excelsas del espíritu humano como lo son las Bellas Artes, las cuales están igualmente permeadas de los antivalores antes mencionados, pudiéndose afirmar, categóricamente, que hoy más que nunca existe una profunda crisis que dejará este momento histórico del quehacer humano muy mal parado con relación a todos los demás, y el cual podemos constatar al celebrarse los concursos y eventos artísticos que, como la Bienal Nacional, es una prueba irrefutable de lo que queremos decir.
Y a pesar de tanto despropósito, chabacanería y obra atroz tan difundida en esos eventos de gente que pasará al absoluto olvido (a excepción, claro está, de los promotores y críticos defensores de esas tendencias, cuyos nombres figurarán con letras mayúsculas en el zafacón de la historia por el daño perpetrado al arte y la cultura), hay, sin embargo, creadores que siguen trabajando tesonera y calladamente en sus obras a contracorriente y sin importarles lo que puedan decir de ellos, de si están a la moda o no del vandalismo imperante, porque lo de estos artistas es ser coherentes con ellos mismos y buscar su propia voz en la senda que siguen, que en este caso se podría definir como búsqueda de la belleza como verdad, o el arte como forma de exaltar los más altos valores del espíritu humano, y eso, desde nuestro punto de vista, es lo que ha logrado en forma soberbia el artista plástico Dustin Muñoz con su última muestra individual: “Temporis”, inaugurada en la Capilla de Nuestra Señora de los Remedios, y exhibida posteriormente en la sala de arte de la universidad APEC.
Debemos confesar, en honor a la verdad, que pocas exhibiciones plásticas en los últimos años nos habían impresionado tan profunda y satisfactoriamente como esta individual de Dustin Muñoz (en ese tenor nos llega a la memoria “Claves de ser” de Julián Amado y la extraordinaria individual de Mayobanex Vargas en la Embajada de Francia), en donde el artista no sólo hace galas de un soberano y casi absoluto dominio técnico en el arte de pintar, con todas esas evocaciones que se palpan de la pintura clásica, especialmente la barroca, pero inteligentemente proyectada en el ámbito contemporáneo, sino que además su obra nos sumerge en todo un caleidoscópico universo de reminiscencias tanto ancestrales como de índole personal (su pueblo natal de Cabrera), en el que se puede intuir el concepto del inconsciente colectivo, ese elemento esencial de los instintos que nos mancomunan como especie.
Al escudriñar atentamente cada una de las obras que componen a “Temporis”, quedamos fascinados de cómo el artista ha sabido manejar la materia plástica, la riqueza de las superficies del plano pictórico en donde el ojo-inteligencia nunca resbala, se detiene, se deleita escudriñando cada uno de los elementos compositivos (herrajes, sacos rotos y telas viejas, piezas de labranza o artilugios indescifrables y seres zoomórficos), además que las gamas cromáticas que se extienden desde los tierras, ocres y colores quebrados hasta reventar en secciones doradas con profusión de vivos cálidos colores matizados con admirable gusto en infinidad de gradaciones hacia los fríos y viceversa, convirtiendo en todo un goce su contemplación.
Leonardo en su tratado dice: “la pintura es cosa mental”, y por mental, se entiende espíritu, y lo que trasciende en esta admirable muestra es una gran fuerza del espíritu, una madurez inusual para un artista de sus años quien ha sabido recoger lo mejor de la academia y de lo de su propia cosecha personal volcándola en una pintura que sobrecoge por el perfecto equilibrio de sus fuentes, y lo que le toma muchos años a cualquier artista para lograr configurar su sello personal, pareciera en Dustin un ejercicio fácil sólo guiado por el milagroso hálito de la Providencia.
Obra tras obra, detalles tras detalle, guiados por el versátil y expresivo repertorio de la pincelada que resalta lo esencial de lo que es simplemente instrumental, además del concepto de la iluminación y el suntuoso claroscuro que crea una inequívoca sensación de tridimensionalidad, no están allí porque sí, están plenamente justificados, como lo están las imágenes fugitivas de los recuerdos, materia prima de los sueños.
Pero lo más impresionante , lo que nos hace ver en esta muestra de Dustin Muñoz como algo verdaderamente trascendente, es ese logro de hurgar en el misterio sin decirnos realmente qué es, sino que nuestra fantasía y emociones más profundas extraigan lo que le sirva y desee, como espejos del alma, como ventanas al interior y exterior de nuestro corazón. En eso creemos que sus imágenes son parangonables con la música y la poesía, en donde cada lectura es distinta para cada observador.
“Temporis”, cuarta individual de Dustin Muñoz es un canto exultante a la belleza para todos aquellos que amen sinceramente el arte, para los que aún nos conmovemos con lo bello y lo bien hecho, poderosa y enigmática visión de un artista que aún nos tiene muchas extraordinarias.
Por Vladimir Velásquez
Diciembre, 2009
Te invito ver:Temporis: exposición individual