Por Odalís G. Pérez.
En el caso de Dustin Muñoz (Loma de Cabrera, 1972), lo pictórico y la pintura son dos instancias de un mismo cuerpo y un mismo orden visual. Desde los años 80-90 la obra de Dustin Muñoz ha motivado algunas reflexiones y visiones donde lo extraño y lo místico han pulsado una cuerda sentiente de la intuición y la imaginación.
El cuerpo imaginario reconocido en los usos simbólicos y en lo que el historiador Robert Klein ha llamado lo inteligible de la forma, se hace visible en la figeza de un mirar-lo-mirado, confluyente en el lenguaje de la fascinación y el símbolo.
En las individuales de Dustin Muñoz, así como en sus participaciones en colectivas diversas, encontramos también la metáfora del desarraigo, pero también la memoria de lo fugaz y lo eterno en tiempo de ruptura e interpretación. Su obra individualiza mundo, materia, sentido y forma neofigural sentiente.
Aparte de su paso por la Academia en dos vertientes de pensamiento (filosofía) y arte (creación–progresiva), Muñoz no desafirma su poética visual ni su implícita visión-theoría estética, fundada sobre la base de recursos plásticos que se hacen observables en el dinamismo de su imaginación artística.
Una concentración visual constituída en contexto de la abstracción-materialidad, desoculta sus rizomas, sus líneas y fondos, mirada soluble en su elementalidad y complejidad.
La noción de camino y morada no aleja a Dustin Muñoz de su contradicción y utopía en el marco de una ontología entendida como fenómeno de alteridad y diferencia.
Por Odalís G. Pérez, ADCA-AICA
Catálogo Tres generaciones: tres miradas artísticas. Arte San Ramón