Dustin Muñoz, sobrio y fecundo

Por Myrna Guerrero.

Secretos, 48x59 pulgs, acrílica sobre collage tela, Dustin Muñoz,1996
Secretos, 48×59 pulgs, acrílica sobre collage tela, Dustin Muñoz,1996

Nos acercamos a la primera muestra individual, fuera del ámbito escolar, de Dustin Muñoz, en Casa de Francia, con la curiosidad del reencuentro con alguien a quien conoces de pasada, te resulta interesante y luego recuerdas vagamente cuando te mencionan su nombre.

Se trataba de aquel joven mulato de nombre inglés, tocayo del famoso actor, cuyos trabajos en la recién finalizada bienal nacional nos habían impresionado por su esmerada factura y su evidente decisión de no dejarse arrastrar por la moda expresiva de turno y, por el contrario, inclinarse por una ejecutoria que maduraba sin prisas, tomando de aquí y de allá, dentro de nuestra mejor tradición dibujística.

Por eso esta muestra individual de Muñoz se constituyó para nosotros en alegre reencuentro con el dibujo y, un poco también, con la historia del arte dominicano.

Porque eso destila esta veintena de trabajos, la mayoría de ellos, en grandes formatos, realizados durante los últimos dos años y en los que resulta una constante la utilización de la monocromía en tonos tierra, lejana reminiscencia de un origen ligado a la aridez fronteriza.

Ambiente taíno, 48x59 pulgs, acrílica sobre tela, Dustin Muñoz, 1996
Ambiente taíno, 48×59 pulgs, acrílica sobre tela, Dustin Muñoz, 1996

Las formas buscan definirse ente la figuración ya la surrealidad, acercándose unas veces a Sterling y Cuevas mientras que en otras las referencias lo aproximan a Montilla y Aguasvivas. Como ellos, riguroso en las composiciones, diestro en el dibujo, minucioso en la factura.

Muñoz maneja con sabia cautela estas referencias y elabora un discurso que se perfila particular y, como señala Alanna Lockward en la introducción del catálogo, “barroco y sensual”, con un lenguaje tan esperanzador como apocalíptico, sereno y perturbador a la vez.

Porque si bien la primera ojeada sobre estas obras produce un deleite calmo, cuando nuestra mirada las penetra encuentra un universo plagado de simbolismos entremezclados, extraídos de nuestros ancestrales orígenes prehispánicos y de la maltratada madre tierra, cual quedo reclamo ante la destrucción de nuestros ambientes, ayer por la acción colonizadora, hoy por efecto de la industrialización, ambas desmedidas.

Los títulos de algunas de estas obras confirman el mensaje visual que emana de estos lienzos. La multiplicación de los panes, Imagen del mundo occidental, Civilización, Sueño de un hidalgo, La espera del jinete, ¡Oh! Naturaleza, de cuánto eres capaz, Así comenzó el hundimiento. Estamos a medio camino entre la filosofía y la metafísica, tal vez demasiado abarcador para un discurso que se ha de sustentar en l forma y el color.

Zaratustra, 52×40 pulgs, Dustin Muñoz,1995. Mención Concurso de Pintura María Ugarte

La muestra incluye, además, algunas obras recientes que, si bien testimonian la laboriosa constancia en el taller y anuncian la apertura de la paleta de este nóvel artista-de apenas 24 años y aún alumno de la Escuela Nacional de Bellas Artes-no resultan tan bien logradas como las de años anteriores, aspecto que, sin duda alguna, Dustin Muñoz superará en breve.

Porque este creador no se detiene. A pesar de su corta edad Muñoz se ha estado incorporando callada y triunfalmente en nuestro ámbito artístico, recibiendo menciones en el Concurso Nacional de Pintura Joven de Casa de Teatro (1994) y en la Tercera Convocatoria Premio de Pintura María Ugarte (1995). Y, en este año, obtuvo el Primer Premio en el Concurso de Casa de Teatro y premio del público en la XX Bienal Nacional de Artes Visuales.

Si tuviésemos que definir en pocas palabras esta muestra, pronunciaríamos las siguientes: firme, estimulante y esperanzadora. Y es que Dustin Muñoz penetra en nuestro panorama de las artes visuales con la seguridad y la esperanza del que está dispuesto a triunfar.

Por Myrna Guerrero
Periódico El Caribe, 13 de julio de 1996, pág. 18.

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