Pueden surgir juicios estéticos de belleza, pero también de fealdad, ambos asociados al asombro causado por la novedad, o por lo extraño, presente en la apariencia.
Por Andrés Merejo. 21-03-2021.
(AM): Sin embargo, a diferencia del contemplar que implica el asombro, tú explicas en el texto que la mirada científica, como el de la observación moral-religiosa, y la sensual pueden entrar en el arte cuando no despierta un interés mediato marcado y no está implicado en la mirada o contemplación sobre el objeto: “En innumerables ocasiones se observan sujetos atrapados por la magia envolvente de la contemplación estética, que luego abandonan abruptamente al brotar el interés. (P29) ¿La estética no implica al sujeto dentro del objeto? ¿La mirada en la estética es desinteresada?
(DM): El hecho estético surge en el momento en que el sujeto entra en contacto con el objeto de forma desinteresada, en el instante en que se produce el acto contemplativo, donde el sujeto abandona la condición de observador y se convierte en espectador. El sujeto puede establecer con el objeto una relación de interés práctico, pero en ese momento está ausente la experiencia estética. La finalidad en el acto estético es meramente formal, es decir, una finalidad sin fin, en la que el sujeto no se siente personalmente implicado con el contenido de las cosas.
El sujeto estético es un espectador atrapado en la apariencia del objeto, y en ese instante carece de intención complementaria; mientras el sujeto vive la experiencia estética está al margen del espacio-tiempo cotidianos, en tanto es absorbido por lo contemplado. Por ejemplo, el pintor que realiza un retrato del natural puede quedar preso de una experiencia estética mientras contempla la retratada de forma desinteresada y no se siente personalmente implicado ni siquiera como artista; cuando de su acto no se desprenda ningún interés mediato. Sin embargo, tal contemplación puede quedar inmediatamente contaminada si el pintor se excita ante el modelo, ya que si tal hecho sucede se esfuma el desinterés que debe acompañar siempre a la experiencia estética.
(AM): En el texto tú dices que, si la estética estudiara solo lo relacionado a la belleza “se crearía un vacío filosófico ante las experiencias de fealdad que se generan al contemplar determinados objetos, toda vez que, aunque dicha contemplación carezca de belleza, sería al fin al cabo contemplación desinteresada” (Ibíd.32). ¿La estética es una disciplina filosófica que estudia la belleza y la fealdad? ¿Como disciplina, la belleza no está implicando la fealdad?
(DM): Con regularidad se utiliza el término estética como sinónimo de belleza. Esto puede que todavía esté vinculado a esa definición que dio Alexander Baumgarten de la estética como ciencia de la belleza. Pero la estética como disciplina axiológica corre, en parte, la misma suerte de la ética; aunque presenta una dificultad adicional que la ética no tiene. Y es que en el caso del estudio del comportamiento y de las valoraciones relacionadas con las experiencias prácticas, la axiología cuenta con la ética como cuestión teórica y con la moral como su objeto de estudio. Sin embargo, respecto al estudio de las apariencias de las cosas y a las valoraciones propias de las experiencias se les llama indistintamente a ambas cuestiones: estética. Es decir, a la disciplina y a su objeto de estudio. Esto obliga a establecer una diferencia entre la estética como disciplina y la estética como experiencia.
Repito nuevamente, algo que ya dije, la estética tiene que ver con las valoraciones vinculadas a las apariencias de las cosas. Si se analiza la utilización del término estética en la cotidianidad se observa que tal cuestión es aceptada de forma indirecta. Se utiliza para nombrar salones de belleza, centros quirúrgicos y productos que tienen que ver con la modificación de las apariencias de las personas. De manera que el término como tal se utiliza correctamente atribuyéndoles a las cosas la palabra correcta. La desviación se produce cuando se busca vincular la estética no con el hecho como tal sino con la intención del sujeto.
Una cosa es la intención y otra cosa es el hecho con todo su alcance. Me explico, la mujer o el hombre que visita un centro de estética, o que utiliza los llamados productos estéticos, lo hace con la intención de alcanzar la codiciada belleza, esa es sin duda su intención. Sin embargo, el hecho real es más que eso. Lo cierto es que al acudir a estos llamados centros de estética, o al utilizar tales productos, terminará modificando su apariencia, y al hacerlo se generarán valoraciones que no necesariamente tienen que ver con la intención original. Ante el hecho consumado surgirán valoraciones diversas que implican cuestiones subjetivas y relativas. De tal acontecimiento pueden surgir juicios estéticos de belleza, pero también de fealdad, ambos asociados al asombro causado por la novedad, o por lo extraño, presente en la apariencia.
El que comprende esta lógica reconoce que la belleza no está sola en el vasto espacio axiológico y reconoce que la contemplación estética de lo feo se funda en el mismo principio en que se produce la contemplación estética de lo bello. De manera que al hablar de estética de lo feo en ningún momento se pretende decir que su atractivo obedece a una belleza de lo feo. Tal idea sigue la defensa tradicional de leyes de proporción, simetría, armonía, variedad en la unidad, como condiciones inherentes a la belleza, y que lo feo carece de todo ello. Que la belleza es un valor positivo y que lo feo es su degeneración. Ese es un dualismo estético arbitrario, en tanto que lo feo ocupa un espacio propio e independiente de la belleza, capaz de generar contemplación y que no se reduce a una condición negativa de lo bello.
(AM): En cuanto al valor estético, explicas cómo en el marco de una teoría del sujeto en relación con el objeto, los valores estéticos constituyen experiencias exclusivas para cada sujeto. Diciendo que lo que para un individuo es bello, no necesariamente lo es para otro en igual dimensión. Si alguien coincide con este o con aquel, es solo en el lenguaje y por lo cual ninguno de ellos es capaz de identificar con certeza el grado de belleza o de fealdad que han experimentado. De ahí que expreses: “Empero, la estética estudia el resultado de la relación del sujeto con el objeto desde el punto de vista del valor; aunque no del valor de utilidad, sino de un valor que proviene del sentimiento del sujeto -sensación subjetiva- y que se activa en una experiencia ante la contemplación de un objeto” (Ibíd.48).
Partiendo de esto, “el valor estético es el producto de la experiencia contemplativa del sujeto ante el objeto. El sujeto es quien lo construye. El objeto posee propiedades materiales y tiene una presencia palpable, pero el valor útil se lo atribuye un sujeto cuando el objeto le resulta conveniente. Así, un objeto puede existir, pero sin la presencia del sujeto no surge el valor lógico de su existir, pues las cosas pueden ser, pero su valor está limitado al tiempo y el espacio. (Ibíd.49)
¿No entra en materia de teoría de conocimiento el enfoque Kantiano del sujeto-objeto?
(DM):En la relación sujeto-objeto perteneciente al ámbito estético afloran ciertamente los problemas gnoseológicos de objetivismo y subjetivismo; pero es sólo un espejismo gnoseológico, en tanto que aquí la relación sujeto-objeto se limita a las apariencias de las cosas perceptibles por los sentidos. En ese orden, el objetivismo y el subjetivismo presentes en la estética están limitados sólo a las valoraciones y no tocan todo lo que estos conceptos implican en el contexto de la teoría del conocimiento. En el caso específico de Emmanuel Kant hay que diferenciar la relación de sujeto-objeto que él presenta en la Crítica de la razón pura y la que presenta luego en la Crítica del juicio, en la que el filósofo de Königsberg introduce la idea de la finalidad sin fin en la estética, el desinterés en el juicio estético y el juicio estético como juicio sin concepto. De manera que aquí no se refiere a un juicio de conocimiento sino a un juicio estético que es una representación del sentimiento del sujeto.
En ese sentido, el juicio que resulta de la relación estética de sujeto-objeto no entra, siguiendo la lógica de Kant, en materia de teoría del conocimiento, ya que para él un juicio estético es único en su clase, y no da conocimiento alguno, ni siquiera confuso, del objeto, conocimiento que ocurre solamente mediante un juicio lógico; toda vez que, el fundamento de determinación del juicio estético no es ningún concepto, sino el sentimiento interno del sujeto. Pues dice el propio Kant que si se le da el nombre de estético a conceptos confusos y al juicio objetivo que de ellos emana, «tendríamos un entendimiento que juzga sensiblemente, o un sentido que representa sus objetos mediante conceptos, ambas cosas contradictorias entre sí» (KANT, I. Crítica del juicio. Trad. Manuel García Morente. 8va. ed. Madrid: Espasa-Calpe, 1999, p. 164).
De hecho, Alexander Baumgarten, quien ya en 1735 presenta, en sus meditaciones filosóficas, la estética como ciencia de la belleza, luego la presenta también como ciencia del conocimiento sensible o gnoseología inferior. Y no debemos olvidar que el término estética viene del griego aisthesis = perceptible por los sentidos. De manera que es importante tener presente esas ideas: el conocimiento sensible o gnoseología inferior de Baumgarten y el origen del término aisthesis, como perceptible por los sentidos, para comprender el alcance de la relación sujeto-objeto en el ámbito estético.
(AM): En el libro defines la obra de arte como realidad concreta y que posee características que no solo puede ver un sujeto sino “todos los que entren el contacto visual con ellas”. Es partiendo de esa relación de los sujetos con la obra que desde lo gnoseológico se puede emitir juicios objetivos y en la que se puede decir “que la equis es una pintura figurativa, que en ella los colores predominantes son el negro y el gris, es asimétrica (…).
¿En este sentido, el valor estético es una disposición sensible de sujeto?
(DM):
Sin duda, la obra de arte es al mismo tiempo artefacto y objeto estético. La obra de arte como artefacto, como objeto que está ahí ocupando un lugar en el espacio, es susceptible de generar los más variados juicios, entre ellos: epistémicos, expresivos, técnicos, normativos, estéticos, etc. Es un objeto capaz de generar juicios técnicos y expresivos, epistémicamente objetivos, y juicios estéticos, epistémicamente subjetivos. De manera, que tal realidad objetual hace de la obra una pieza que está ahí fuera del sujeto, y de la que éste puede dar también múltiples interpretaciones condicionadas a su formación o circunstancias culturales.
Una pintura, en su condición de artefacto, es una superficie plana cubierta con elementos físicos, con formas y colores que determinan una composición. De tal condición pueden emanar juicios de consenso, como, por ejemplo: que está realizada sobre tela, que el formato es cuadrado, que la gama predominante es roja, etc. Pero al mismo tiempo, la organización de los elementos dispuestos en el espacio pictórico puede generar diversas interpretaciones respecto al contenido. En ese rol, cada sujeto como observador hace un ejercicio propio en la construcción de significados, un ejercicio hermenéutico respecto al contenido que sugieren las imágenes plasmadas.
Pero eso no es todo, una pintura es también un espacio pictórico que se reduce a una superficie cuya materia se muestra como apariencia sugerida por los colores y las formas. De ese hecho pueden surgir las valoraciones estéticas de los sujetos respecto a tal apariencia de dicha obra. Como resultado de ese acto contemplativo surgen los juicios estéticos, que son epistémicamente subjetivos y que responden a un hecho ontológicamente subjetivo, también
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